IF CATS ARE LUCKY, WHY NOT WOLVES?

Chapter 6: cap 6



La tienda mágica de Eldrador era un lugar peculiar, repleto de estantes que parecían tener vida propia, y un aire de misterio que atraía tanto a humanos como a criaturas fantásticas. Rufus, el hombre lobo de la suerte, se encontraba allí, con una expresión de profunda concentración mientras examinaba un amuleto que colgaba de un hilo dorado. A su lado, Luna, su torpe compañera, intentaba no tropezar con los objetos flotantes que rodeaban la tienda.

—¿Rufus, realmente crees que esto funcionará? —preguntó Luna, con su voz entrecortada por la preocupación.

—¡Por supuesto! —respondió Rufus, haciendo un gesto grandioso con las manos—. Solo necesito que esta "mágica reparadora" haga su trabajo. Mis lobo-amigos están desesperados por recuperar su suerte.

Una mujer detrás del mostrador, con un gorro de bruja un poco desproporcionado, miró a Rufus con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—¿Reparar almas, dices? —dijo, arqueando una ceja—. Eso es un poco complicado, ¿no crees?

Rufus asintió, mientras su expresión se tornaba sombría.

—Lo sé, lo sé... pero no soy divino. Solo quiero ayudar a mis amigos. Si tan solo pudiera obtener un poco de magia...

La mujer dio un paso atrás, con las manos en las caderas.

—Te diré lo que puedo hacer. Puedo reparar su magia, pero el alma... eso llevará tiempo. Mucho tiempo.

—¿Cuánto? —preguntó Rufus, con una mezcla de esperanza y miedo.

—Digamos... unos 160,000 años —respondió la mujer, sonriendo como si hubiera bromeado.

Ambos hombres lobo cayeron al suelo, con un estruendo que resonó en toda la tienda.

—¡Eso es una eternidad! —gritó Luna, tratando de levantarse mientras se sacudía los escombros invisibles de encima.

—¿No hay un tiempo más corto? —insistió Rufus, levantándose con una expresión de desesperación.

—Bueno, —dijo la mujer, pensativa—, si conocieran a una diosa...

—¿Una diosa? —preguntaron ambos al unísono, con los ojos como platos.

—Sí, sí... pero me dijeron que está en el inframundo. No es un lugar agradable, pero quizás sea su única oportunidad.

Rufus y Luna se miraron, sus mentes trabajando a mil por hora.

—¿Y cómo llegamos ahí? —preguntó Luna, con un tono que implicaba que no estaba segura de si realmente quería ir allí.

—Solo hay que ir donde el rey demonio. —La mujer se encogió de hombros, como si eso fuera la cosa más normal del mundo.

—Espera, espera —interrumpió Rufus—. Queremos relación con la buena suerte, no con un rey demonio.

—Es la única forma. —La mujer sonrió, mostrando unos dientes afilados que no eran del todo reconfortantes.

Ambos hombres lobo comenzaron a caminar hacia el inframundo, adentrándose en un mundo lleno de sombras y ecos. Pronto llegaron a un control de seguridad, donde un grupo de demonios se comportaba como los peores jefes de aduanas.

—Identificación, por favor —dijo una demonio pequeña con una gorra amarilla, revisando cada uno de los que pasaban.

Rufus y Luna se miraron, y luego sacaron sus identificaciones, que en realidad eran tarjetas de bingo.

—¿Esto es un chiste? —preguntó la demonio, escaneando las tarjetas con desdén.

—¡No! Es nuestra identificación mágica! —Luna trató de sonar convincente, pero la demonio solo se rió.

—Pueden pasar, pero no olviden que la diversión tiene un precio. —Colocó un sticker de "rey demonio" en sus frentes antes de dejarlos pasar.

Rufus y Luna continuaron, cada vez más inseguros de lo que les esperaba. Al llegar a una gran puerta, Rufus se detuvo.

—Ok, veamos si esta vez no nos patean como antes. —Dijo, intentando sonar valiente.

Antes de que pudiera terminar la frase, la puerta se abrió de golpe y un torrente de energía los empujó hacia adentro.

—¡Oye, no! —gritó Rufus, mientras era lanzado como un proyectil hacia el interior.

Una demonio pequeña salió volando de la sala, pateando a Rufus en el proceso.

—¡Milim! —gritó una voz desde el fondo—. ¡No vendas tus estúpidas baratijas aquí nuevamente!

Las cosas comenzaron a descontrolarse rápidamente. Rufus, todavía aturdido, se levantó y miró a Luna, quien trataba de contener la risa mientras una horda de demonios se preparaba para un espectáculo que nadie había solicitado.

—Bueno, esto podría ser una desventura mágica... o una comedia de errores. —dijo Rufus, resignado pero con una chispa de emoción.

—¡O una mezcla de ambas! —respondió Luna, justo cuando una lluvia de pelotas de tenis comenzó a caer del techo, llenando la sala de caos y risas.

Mientras tanto, Sparki, la inocente y manipuladora hija de Rufus, observaba desde la entrada, con un brillo travieso en sus ojos, imaginando cómo podría aprovecharse de toda esta locura.

Era un día soleado en el pueblo de Lobería, donde los hombres lobo, en un intento desesperado por hacer algo útil, decidieron que era hora de abordar el tema de la suerte. Rufus, el más escéptico del grupo, miraba con desdén a la reina demonio, que, para su sorpresa, era más baja que Luna, su compañera.

"Pensé que serías más alta", murmuró Rufus, cruzando los brazos. "¿Estás segura de que no nos equivocamos de dirección?"

Luna, que sostenía una foto de la reina demonio que había encontrado en un viejo libro de hechizos, la examinó de cerca. "No, la foto coincide, ¿verdad?", dijo, intentando parecer convincente.

La reina demonio, con un brillo travieso en los ojos, se acercó a ellos. "¿Qué murmuran ustedes dos? No hay nada con qué discutir, ¿verdad?"

"Eh, nada. Solo estábamos pensando en cómo salvar nuestras almas... de la vida diaria", respondió Rufus, intentando salir del lío.

"Podrías ayudarnos con una explicación más tarde", dijo Luna, esperanzada.

"¡Me niego! Aunque, si me lo piden de rodillas, tal vez lo considere", contestó la reina, con una expresión de desafío. "Lo suyo no es algo que yo pueda solucionar, trabajo con maldiciones, pero las almas vienen con una cantidad de suerte predeterminada. Eso no se puede cambiar, aunque cure sus almas."

"¿Así que estamos condenados?", preguntó Rufus, con una mueca.

"Pero", continuó la reina demonio, "se podría lograr otra cosa..."

"¿Qué cosa?", interrumpió Luna, emocionada.

"Mirad su suerte desastrosa. Me interesa. ¿Qué les parece un trato? Si trabajan para mí como administradores de mi torre, les daré una paga y salud."

Ambos hombres lobo se miraron, considerando la propuesta. "Al menos no habría trabajo de construcción", murmuró Rufus.

"Pero no serviría para nuestro trabajo... ¡madre mía, no lo penséis!", exclamó Luna, mientras la reina demonio hacía un puchero, aparentemente buscando atención.

"Me siento muy sola. No he peleado con nadie en 34 mil años", dijo la reina, agitando sus manos como si estuviera en un club de baile. "¡Quiero alguien para pelear! Si lo logran, puedo darles todo lo que quieran."

"Um, no lo sé", contestó Rufus, dudando.

La reina demonio se arrodilló y abrazó la pierna de Rufus. "Por favor, por favor..."

Asqueado, Rufus la pateó suavemente, como si fuera un saco de papas. "¡Bien, bien, loca!".

La reina demonio sonrió de oreja a oreja y, en ese momento, todo comenzó a desmoronarse. Rufus y Luna se miraron, sabiendo que su vida se convertiría en una especie de locura.


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