Chapter 10: cap 10
Rufus, el hombre lobo de la suerte, se encontraba un día en la biblioteca del pueblo, hojeando un libro que prometía ser la clave para convertirse en el más afortunado de todos. Al cerrar el libro, se quedó mirando la última página, que le decía que la suerte se podía manejar, pero solo con un amuleto adecuado. "¡Un amuleto de la buena suerte, eso es! Pero yo necesito un conejo. ¿Donde encuentro uno?", pensó, mientras su estómago rugía como un león hambriento.
Sin embargo, no cualquier conejo serviría. Rufus recordó la leyenda: en un bosque cercano habitaban los famosos conejos boxeadores, famosos por su capacidad de dar un solo golpe que podría mandarte a volar, literalmente. "¿Conejos boxeadores? Eso suena fácil", dijo, mientras se ataba un pañuelo en la cabeza, convencido de que eso le daría un aspecto más guerrero. "¡Voy a ser el héroe de esta historia!", exclamó, sintiéndose como un protagonista de un juego de rol.
Mientras tanto, su amiga Luna, quien tenía más energía que sentido común, decidió que también quería ser parte de la aventura. "¡Yo seré la heroína dragón!", proclamó, poniéndose una capa que había robado de un viejo disfraz de su hermano. El problema era que la capa era tan larga que tropezaba con ella cada dos pasos, haciendo que la escena pareciera más un número de circo que una misión épica. Y, claro, no podía faltar Sparki, la hija de Rufus, quien, a pesar de tener un padre vago que prefería dormir en lugar de criarla, estaba convencida de que podría cambiar el rumbo de la historia con su inocencia manipuladora. "¡Voy a hacer que todos me adoren!", pensó, mientras su mirada se iluminaba con planes poco éticos.
Mientras se adentraban en el bosque, Luna no pudo contenerse y se puso a practicar sus gritos de dragón, que sonaban más como un gato asustado que un reptil mitológico. "¡Vamoooos, Rufus, tu puedes!", gritó, mientras hacía piruetas que dejaban a Sparki estupefacta. Pero la verdadera diversión comenzó cuando se encontraron con los temidos conejos boxeadores.
Los conejos, que se asemejaban más a luchadores de boxeo que a los adorables animales que Rufus tenía en mente, salieron de una cueva como un equipo de lucha profesional. "¡Oh, no! ¿Esos son los conejos que necesito vencer?", murmuró Rufus, sintiendo que su valentía se evaporaba más rápido que un helado en el sol.
De repente, Sparki decidió que tenía una idea brillante. "¿Y si usamos un sapo como distracción?", sugirió. Luna, que había estado absorbiendo todo el conocimiento de los cuentos de hadas, saltó con un garrote que había encontrado. "¡Por el poder del dragón!", gritó mientras le daba un golpe al sapo, que empezó a lanzar sapos como un lanzador de pelotas de béisbol. "¡Esto es una locura!", gritó Rufus, mientras intentaba esquivar a los sapos voladores que parecían tener más puntería que un arquero experto.
Mientras tanto, los conejos se armaban con puños americanos, y Rufus se dio cuenta de que quizás había subestimado la situación. "Ay, mamá, esto no estaba en el manual de héroes", pensó mientras corría, dejando atrás a sus amigos que intentaban desesperadamente no ser aplastados por una lluvia de sapos.
Finalmente, con el caos desatado, Rufus se encontró en un dilema: ¿ir tras el amuleto de la suerte o salvar a sus amigos de la furia de los conejos? "¡Plan B!", gritó Luna, mientras se caía de cara, y Sparki, emocionada, decidió que era el momento perfecto para sacar su collar de "suerte", que consistía en un diente de león. "¡Esto debería funcionar!", dijo, pero al mismo tiempo, una lluvia de pelotas de tenis comenzó a caer del cielo, impactando a todos en el proceso.
"¡Así no se hace un cuento de hadas!", exclamó Rufus, mientras se cubría la cabeza con los brazos, y en ese momento, todos se dieron cuenta de que estaban en el tipo de historia donde la suerte era más una broma que una bendición.